¡ME GOLPEÓ UNA PANDILLA DE CHOLOS!

Esta es una de las historias que he contado mil veces, en parte porque es absurdamente buena y en otra porque realmente sólo han pasado como 4 o 5 cosas así de interesantes en mi monótona vida.

Tenía 18 años y NUNCA me había peleado a golpes. Nunca le he hallado el sentido. Nadie gana, es de oso y sinceramente me da ansiedad cabrona cuando la gente lo hace (Excepto con los videos del Black Friday. Amo esa madre).

“Wey, eres puto si nunca te has madreado con otro cabrón.”

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…Well put lipstick on me and call me Nancy Sue.

Obvio hubo un par de ocasiones en las que niños con serios problemas de confianza en ellos mismos me quisieron pegar. El motivo siempre era que la chica que les gustaba estaba interesada en mí (Yo no pedí nacer con excelente simetría, chiavos). Y pesar de que el sentimiento entre esas niñas y yo rara vez fue mutuo, había que depositar toda esa descarga hormonal en alguien. Afortunadamente, nunca pasó a más de “Oye. Pepito te quiere pegar”.

Pasé en saldo blanco la difícil época secundaria y prepa –donde todos los niños piensan que seguimos en el medievo– siendo en general buena onda con la gente y not giving a fuck si no le caía bien a otra.

Y si discutir con alguien hasta llegar a los golpes en este siglo es completamente estúpido –una demanda legal es mucho más gratificante–, golpearte con alguien totalmente desconocido por asuntos ajenos es 300mil veces más.

Esta es la historia de cuando una pandilla de cholos me golpeó.

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Su barrio los respaldaba.

En la prepa tenía un grupo de como 6 amigos que en general íbamos a todos lados juntos. Y como buenos prepos 18-añeros en provincia, teníamos una monótona rutina semanal para encontrar diversión.

La rutina era la siguiente: Jueves, a casa de alguien a platicar; Viernes, al centro a tomar; Sábado, al antro a tomar; Y Domingo, familiar y de cristo el salvador.

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Seguimos esa rutina religiosamente durante nuestros dos últimos años de la preparatoria. Y si creen que es muy monótona y aburrida, pues sí, pero not really. Nos la pasábamos BOMBA.

El antro al que SIEMPRE íbamos se llamaba “Básico”. Y no hace falta ser físico-nuclear para concluir que era la versión provinciana de Clásico. Era nuestra joya fayuca. Y la queríamos un chingo.

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Dentro de esas puertas naranja estaba Básico (foto del 2010).

Como les decía, tenía 18 años de los cuales llevaba 18 en saldo blanco con respecto a golpearme con la gente. Y era un Sábado en la tarde en mi casa.

Ese sábado en particular no tenía nada de ganas de salir. Ya me había hecho a la idea de que me iba a quedar a ver películas o cualquier cagada que hiciera en ese entonces en mi casa un sábado por la noche (y que seguramente sigo haciendo en la actualidad).

Pero Rulo tenía planes diferentes para mí.

Rulo (Nombre editado), era mi amigo el intenso. No tomaba un “¡Que no quiero salir/ir/tomarme-ese-shot, cabrón!” por respuesta. Un auténtico go-getter. Era de los que a los 10 minutos de conocerte ya te abrazaba y a los 15 ya conocías su casa y a toda su familia. Es de esas personas que sus amigos quieren un chingo pero el resto de la sociedad no comprende.

MY HUMPS-MY HUMPS, MY HUMPS-MY HUMPS-MY HUMPS!!! Sonó mi Sony Ericsson Walkman.

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¡Tenía justo ese y ahora estoy llorando de nostalgia!

“Qué onda, Rulo.”

“Wey, ¿qué pedo? Nos vemos a las 11 afuera de Básico. Vamos todos. Ya tengo reservación.”

“No, wey. Hoy como que tengo huev—”

“Nomamespincheputonetavenoseasmamon-

weytedejodehablarsinovasahínosvemos, bye.”

*CLICK*

“¿Quién era?” pregunta mi mamá.

“Rulo. Que hoy a Básico. Van todos pero tengo mucha hueva.”

Ahora, esta es la parte pivotal de la historia en la que Deepak Chopra toma posesión de mi mamá y hace salir de su boca lo que están a punto de leer.

“Ay, hijo. Deberías de ir. A veces cuando menos quieres ir a algún lugar, mejor te la pasas.”

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En ese momento, mi cabeza dijo “GUATS? Eso no tiene mucho sentido”. Pero aún contaba con ese maravilloso regalo divino que tenemos la mayoría de las personas jóvenes de ver a los padres como gente extra-normal, sin defectos y que no cometen equivocaciones.

“Pues si. Creo que mejor sí voy.”

“WRONG!!”, diría Donald Trump.

11:20 de la noche y ya estoy de jeans con mi camisita blanca desfajada y chaleco formal negro (Maldito 2008. ¿Por qué pensábamos que eso se veía bien?) en Básico con todos mis amigos y como a esa misma hora llegó un grupo de weyes más grandes que nosotros a la mesa de al lado. Eran como 6-7, más o menos. Igual que nosotros, pidieron una botella y empezaron a tomar. Vagamente reconocí a un par, pero no hice mucho caso. Era provincia. Todo mundo se conoce.

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Aquí una de las 300 veces que fui a Básico.

Les voy a ser sincero, me la estaba pasando chingón. Como buen 18-añero, estaba lleno de energía y de estómago para tomar MIL alcohol y al mismo tiempo bailar/cantar “You Are My Sunshine” y “La Gasolina”.

Después de muchas canciones y muchas copas, nos dieron las 2am. Nos la estábamos pasando chido, pero en la mesa de al lado algo raro comenzó a pasar.

En un altercado que no recuerdo con exactitud, alguien de esos weyes se empezó a empujar con un chico de otra mesa. El asunto escaló al punto de que ya varias personas se estaban empujando en esas dos mesas. Nosotros, inteligentemente, estábamos viendo desde lejitos. Porque, de nuevo, golpearte con alguien es estúpido; pero por un conflicto ajeno, 300mil veces más.

¿Pero saben quien no pensó tan racionalmente como el resto de la humanidad? Rulo.

Rulo el intenso dijo “Hmm. ¿Por qué no la hago de representante de la ONU y me meto en ese caldo de testosterona para calmar los humos? Si, eso haré. Es lo más sensato que alguien podría hacer en este preciso momento.”

Así que, ignorando nuestras advertencias, Rulo decidió evidenciar la teoría de Darwin de la evolución y meter su cara entre los musculosos hombros de un par de Neandertales.

“Ey, amigos, tranqu—“

¡¡¡PUM!!! Putazo a la cara.

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En menos de lo que cantabas “I Kissed a girl and I liked it.” ya habíamos mandado a alguien a pagar la cuenta y sacado a Rulo a la calle.

El asunto no había pasado a más porque sacamos a Rulo rápidamente. En realidad el golpe no había sido para él. Rulo había sido víctima de fuego cruzado… puños cruzados, if you will. Así que todos estábamos afuera del antro platicando y cagando a Rulo por insensato y pendejo.

No sé por qué. Pero a pesar de que estábamos de que jijijí y jajajá afuera, había algo que no me cuadraba. Ya me quería ir.

Yo decía “Bueno, ya vámonos.” y contestaban “Si. Si.” pero nos distraíamos con algo y seguíamos ahí parados. Y después de estar como 15 minutos en eso, al fin decidimos irnos.

“Básico” estaba en un bulevar. Yo me crucé con uno de mis amigos justo enfrente porque me había estacionado de ese lado y más arriba. Fue en ese momento cuando el desvergue comenzó.

“¡AHÍ ESTÁN ESOS PUTOS!”

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Los siguientes 20 segundos solo los puedo describir como el desembarco en Normandía de ’Salvando al Soldado Ryan’. En menos de lo que dices “¿Yo soy el puto?” ya teníamos a toda la banda chaira encima.

El primero que cayó fue Rulo. Lo agarraron justo cruzando la calle y lo empezaron a golpear entre dos.

Fede fue el segundo en caer. Se empezó a dar con uno a lado de un carro estacionado.

Alex, mi tercer amigo, corrió y no lo volvimos a ver jamás. RIP.

Mi primo (que también era parte del grupo “Esos putos”) y yo quedamos en shock sobre la banqueta. En segundos mi mente corrió todas las decisiones y sus ramificaciones que podía tomar en ese momento.

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“¡No mames! ¡¿Qué está pasando?! ¡Le están dando en la madre a Rulo! ¡Wow, buen golpe, Fede! ¡¿Dónde está Alex?! ¿Qué hago? ¿A quién le pego? ¿Como se le pega a alguien? ¡Voy a ayudar a Rulo!… No. Mejor no. ¿Eso me hace mal amigo? Creo que si… No. Nuestra amistad es más profunda que una madriza con unos cholos. Rulo preferiría que estuviera a salvo. Si, mejor corro.”

Segundo y medio después de aceptar el pésimo amigo que era, me eché a correr.

Mi primo y yo corrimos hacia donde había estacionado mi carro. No habíamos pasado ni tres cuando algo salido de una película de terror se apareció en la banqueta justo frente a nosotros.

De un árbol saltó una figura obscura. No podía verle la cara ni ningún detalle que pudiera mencionar a la policía. El árbol tapaba toda la luz en esa parte de la banqueta y lo único que se podía ver era este ente negro. Alto y delgado. Una mano con un puño listo para juntar con nuestras caras y en la otra mano UNA PUTA LLAVE DE CRUZ.

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Y si esta historia puede que esté llena de hipérboles, lo que pasó a continuación es justo y exactamente lo que sucedió.

El energúmeno comenzó a caminar hacia nosotros, la llave de cruz sobre su cabeza lista para matar. Gracias, mamá, yo ni quería salir hoy y ahora voy a morir en una banqueta en provincia. En ese segundo me llené de paz y acepté trascender a la siguiente vida. Pero pasó algo que me hizo volver a creer en Dios.

“¡NO! ¡A él no! ¡Es el primo de Sarita!”

¡MILAGRO DIVINO! Una vez más el nepotismo y mí apellido me salvó el pellejo. Se me olvidaba que en esa ciudad valía más el escudo familiar que cualquiera que fuera la razón por la que nos estaban atacando.

Uno de los weyes le gritó eso a la bestia y esta dijo “Ah, ok.” y nos dejó pasar. Fue algo salido de ‘Dungeons & Dragons’ o algo así.

Cuando llegamos a mi camioneta nos subimos en chinga y arranqué.

MY HUMPS-MY HUMPS, MY HUMPS-MY HUMPS-MY HUMPS!!! Sonó mi Sony Ericsson Walkman de nuevo.

Era Rulo.

“¡Wey, corre que te están persiguiendo en un Mini Cooper!”

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¿Pero cómo? Soy el primo de Sarita.

Le lancé el teléfono a mi primo y aceleré como nunca en mi vida. Hacía poco había visto ‘The Italian Job’ y sabía a la perfección que ese puto Mini Cooper me iba a alcanzar sencillamente.

“¿Por qué nos golpearon? ¡No hicimos nada! ¿Por qué nos están persiguiendo?”, preguntó mi primo.

“¡CÁLLATE NO SÉ!”, grité mientras me pasaba 18 semáforos en rojo.

Me metí entre las calles del centro de la ciudad manejando como alma que lleva el diablo, hasta encontrar un callejón obscuro. Me estacioné un rato ahí para perderles el rastro y a que se me bajara el azúcar. Nunca vimos el Mini Cooper.

MY HUMPS-MY HUMPS, MY HU—

“¿Qué pasó, Rulo?”

“Ya estoy en mi casa wey, vente.”

Cuando llegué a casa de Rulo, sus papás le estaban curando las heridas que sufrió en esa batalla Tolkiana. Ya estaban ahí el resto de mis amigos. Fuera de algunos rasguños y moretones, estaban bien. Menos Alex. A él nunca lo volvimos a ver. RIP.

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Rulo me dijo, “Wey, cuando te fuiste en tu camioneta, todos corrieron a perseguirte y nos dejaron ahí.”

Wow. No mames. Después de todo, salvé el maldito día. Qué buen amigo soy.

 

¡Gracias por leer!

 

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Una foto del lugar exacto donde fuimos acribillados. (Foto del 2010)

Me atacó una china en NY

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Hoy les voy a contar la vez que casi me ataca una china en Nueva York.

El año pasado me fui a “encontrar a mí mismo” a NY. Desafortunadamente, (y al igual que mi viaje de auto-exploración a Sydney) no me encontré. Lo que sí encontré fue un combate a muerte con otro ser humano.

No, no es la vez en la que una hobbo que caminaba adelante de mi agarró un ticket del suelo, se limpió la cola con el y luego me aventó el ticket lleno de caca. No, esta vez les voy a contar de cuando una china me atacó.

Antes de que todos los “PC” millenials se me vengan encima, le voy a decir china porque es muy chistoso decirle china y porque en realidad nunca supe si era de Japón, Corea, Laos, Vietnam, Tailandia, Mongolia o, in fact, de China.

Entonces pues, era probablemente mi segunda semana en Nueva York y aún no tenía un trabajo formal (SPOILER ALERT: Nunca tuve uno) así que pasaba mis días tomando café con leche en vaso de un litro de Dunking Donuts y haciendo “tasks”.

Si eras nivel básico en la prepa “tasks” son tareítas pendejas con las que te dan 5, 20, o si tenías mucha suerte, 25 dólares. El sueño americano.

Mi prima administraba el depa en Chelsea de una chava que lo rentaba por AirB&B. Y ese día tenía otros compromisos que hacer así que no le daba tiempo de “administrarlo”.

ENTRA – Alberto.

La tarea era muy fácil: Ir por las llaves del departamento, entrar y esperar a los inquilinos a que llegaran para darles las mentadas llaves.

Sencillo, ¿No?… NO.

Mi prima me habló esa mañana por teléfono y me dio los datos. Fue un PEDO escuchar bien lo que decía porque un maldito latinofóbico de Best Buy me engañó y me vendió el peor teléfono del mundo. Pero la info era sencilla: Recoger las llaves en el Laundry de al lado, regresar a la pinche dirección y subir al departamento 4F para ahí esperar a que llegaran los inquilinos. Hasta lo escribí en mi libretíta.

En NY los departamentos normalmente son (Número)F o (Número)R. Que significan Front y Rear. Por ejemplo, el departamento 3F está en el tercer piso y da a la calle mientras que el 2R está en el segundo piso y da al patio de atrás.

Así que ya, fui al puto Laundry y pedí las llaves, me las dio otro asiático inmigrante más, de los que hay pa’aventar al cielo en Manhattan, y corrí-corrí al edificio porque quería tener mucho tiempo extra para gastarme el WiFi del depa.

Llegué al edificio y abrí mi libretíta de nuevo. En un círculo había escrito 4F, así que subí cuatro pisos hasta llegar al departamento 4F.

Al llegar a la puerta, agarré la llave y la metí en la ranura. No pude darle vuelta. Tal vez si aplicaba presión funcionaría. Los pinches edificios de Manhattan tienen 100 años, seguro la puerta está jodida, pensé. Pero al aplicar presión la puerta se abrió sola. Estaba solo emparejada.

“HELLO!?” Se escuchó de adentro.

Morí. Me cagué y morí.

“OH! I’m sorry, is this Carla’s apartmen—“

“WHO THE FUCK ARE YOU?!?!”

Acto seguido, una china de como 35-40 años apareció en la puerta. Medía como 1.20 y estaba en ropa interior como si esto fuera la producción más austera de Miss Saigón del mundo.

“Oh, I’m A—“

“WHO THE FUCK ARE YOU?! WHY ARE YOU TRYING TO GET INTO MY HOUSE?!”

(Jaja, “house”? Pinche china, estos departamentos de 4mill de dólares no son ni mi clóset back in Mexico)

De ahí pasé a intentar explicar que me dieron esta dirección y que cuando puse la llave la puerta se abrió porque no estaba cerrada bien. Y la china lo tomó muy bien— me arrancó las llaves de la mano y se encerró en el departamento.

Yo me congelé en el pasillo. La alfombra era color verde obscuro y las puertas café. Parecía una toma de alguna película de Wes Anderson.

La escuché hablando por teléfono. “Verga, hoy me regresan a México. Y sin haber logrado ser una maldita estrella internacional.” Seguro estaba hablando con la migra- No.- Seguro estaba hablando personalmente con Donald Trump. Esta noche me corren.

Ni madres. Esta noche no me voy. Ni siquiera he ido a poner mi mejor cara de “an sorri” y tomar fotos chidas pal instagram donde estaban las torres gemelas.

Empecé a tocar la puerta. “Excuse me?, Excuuuuuse me?” Y nada. Ya sudaba a gota gorda. Después de un par de minutos en los que yo sentía que la migra ya estaba subiendo las escaleras del edificio se abrió la puerta y la china me dijo que estaba hablando con su abogado (Y no de mí, afortunadamente). “MOVE!” me dijo mientras me hacia a un lado para ir a probar las llaves en el departamento donde debí de haber ido en primer lugar. Obvio se abrió sin pedo.

Luego regresó a su puerta, la cerró y probó las llaves. OBVIO no funcionaron. Yo siempre tuve la razón, china loca, habías dejado tu puerta emparejada.

Después de esa realización la china y yo nos hicimos buenos amigos y en Febrero 2017 nos casamos en la Riviera Maya.


 

Dispensen el abrupto y anticlimático final pero me di cuenta que es una historia muy tonta y me aburrí. Ni lo voy a editar.

Gracias por leer, though!

La Santísima Trinidad y los 12 Apóstoles del Cine 2015

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Cómo cada año (desde el año pasado) hoy, último día del año, les presento las 12 más divertidas películas que vi en el cine y mis 3 favoritas del año.

Éste año lo llamaré EL REGRESO DE LAS FRANQUICIAS pues en el 2015 volvieron, exitosamente (Star Wars, Mad Max), y no tan exitosamente (Terminator, James Bond) muchas películas de mi infancia. En general, fue un muy buen año para el cine.

Sin más preámbulo, y sin orden específico, he aquí los 12 apóstoles:
– Andrés: Inside Out
– Bartolomé: Jurassic World
– Santiago (El Mayor): Ant-Man


– Santi (El Menor): Mission Impossible: Rogue Nation
– Juan: The Martian
– Judas: Sicario


– Tadeo: Bridge of Spies
– Mateo: Scouts Guide to the Zombie Apocalypse
– Pedro: Crimson Peak


– Felipe: It Follows
– Simón: Going Clear: Scientology and the Prison of Belief / The Nightmare (Documentales)
– Tomás: Steve Jobs

Hice un poco de trampa con Simón, elegí dos documentales que TIENEN QUE VER si no los han visto antes.

Y ahora, la SANTÍSIMA TRINIDAD DEL CINE 2015 es:

– Ex-Machina
– Mad Max: Fury Road
– STAR WARS: THE FORCE AWAKENS

 

Esas fueron las películas que más me gustaron éste 2015. ¿Son las películas mejor escritas, dirigidas o actuadas? Tal vez no. Pero sí son las películas donde más me divertí. Y, ¿qué no es ese el punto de ir al cine?

¡Felices fiestas y que éste 2016 esté lleno de éxitos y mucho cine!

High School Musical 2. Mi primera experiencia sexual.

Tengo un metabolismo bastante simple y efectivo. Mi metabolismo es el pinche Amazon de los metabolismos. Cuando voy al baño me tardo 30 minutos no porque no pueda hacer, si no porque el 85% de ese tiempo lo dedico a jugar Plants Vs. Zombies y a escribir cosas en la web… Y a quitarme/ponerme toda la ropa. Porque tengo una condición mental que me obliga a desnudarme para poder defecar. EL CASO ES que mi sistema digestivo es rápido y efectivo. Y gracias a él, nunca me estriño … EXCEPTO esa única vez.

Así de chingón me veo haciendo del baño.

Corría el año 2008 y yo era un chico de 17 años con un envidiable metabolismo que iba en la preparatoria (El chico iba en la preparatoria, no el envidiable metabolismo). Y un día fui al cine. ¿Con quién? No recuerdo. ¿A ver qué? Tampoco recuerdo. Lo que sí recuerdo es que en esa ida al cine me compré unos nachos con extra queso y hartos jalapeños. Los nachos de Cinépolis son los MEJORES NACHOS DE CINE QUE EXISTEN EN MÉXICO –lo que es muy sencillo porque en nuestro país sólo hay dos cadenas importantes de cine–. Regrese del cine muy satisfecho por mis nachos y me fui a dormir.

Mmmmmmm, nachos.

Pasaron dos días y yo no podía ir al baño. Ganas no me faltaban; pero iba, me desnudaba, me sentaba y no pasaba nada. En el tiempo que esperaba en el baño escribí mi primer novela. Al tercer día supe que algo andaba mal en mi cuerpo. Y cuando le conté mis síntomas a mis papás me dijeron que si, in fact, estaba muy estreñido. Yo nunca había estado estreñido. Y no sabía que putas hacer.

Ahora que sabía qué rayos le pasaba a mi delicado cuerpecillo lo único que me quedaba era combatir este maldito padecimiento. El par de días siguientes cené y desayuné del HORRIBLE All-Bran de mi papá, comí ciruelas, tomé Activia de ciruela como un maldito anciano e incluso salí a correr a mi cuadra para “activar el sistema digestivo”. NADA funcionó y mi mamá, al ver que nada le hacía efecto al terco cuerpo de su pobre hijo, se le ocurrió un macabro plan: “Hijo, te voy a comprar unos supositorios”.

Si tuviste una infancia color de rosa y no sabes qué es un supositorio, son unas … cápsulas de glicerina que te las metes por la cola como si esto fuera una orgía gay en el baño de alguna estación de tren en Yugoslavia. Y sirven para combatir una gran variedad de padecimientos como: estreñimiento, hemorroides, fiebre y, el algunos casos, ocio.

Al principio, me negué rotundamente. Porque el simple hecho de oír esa palabra activó unos recuerdos suprimidos de mi niñez que NUNCA quisiera volver a experimentar. Pero la verdad es que llevaba 4 días sin poder ir al baño y temía que me iba a pasar como a John Hurt en ‘Alien’.

De esta escena hablo. Por si has vivido bajo una roca, es de ‘Alien’.

En la noche, mi madre regresó con una caja con 4 supositorios y me dijo bromeando: “¿Quieres que te ayude? Y si de por sí mi recto ya estaba muy cerrado a causa del estreñimiento, el imaginar el pulgar de mi madre cerca de mi ojo-del-payaso causó un maldito agujero negro en mi intestino. Grité ¡OBVIO NO!, agarré la caja y azoté la puerta. Todo muy dramático.

Prendí la tele porque quería cubrir cualquier sonido de dolor y justo estaba empezando ‘High School Musical 2’ en Disney Channel. Era perfecto, podría compensar el horrible sentimiento del supositorio con este colorido y optimista filme. Me desnudé y me senté en la orilla de mi cama. ¿Cómo rayos iba a hacer esto? Saqué un supositorio de la caja y lo inspeccioné en mi mano. A los 10 segundos de juguetear con él a manera de foreplay SE EMPEZÓ A DERRETIR. Esas madres se derriten en tu mano, no en tu boca. … Ok esa referencia sonaba mejor en mi cabeza.

Malditos niños. Seguro se ven muy felices porque nadie se estaba metiendo un supositorio por el culo… Bueno, el de rojo más o menos.

“Ok. Es hora. Ya no más juegos.” me dije a mi mismo. Sonaba “Work This Out” en la tele así que yo estaba muy pumped. Me tiré a la cama como toda una puta y abrí otro supositorio. Y llego la hora. Lo acerqué a donde no toca la luz y de repente ¡FLOOP! ¡El pinche supositorio mamón se resbaló y por alguna razón del destino cayó entre la pequeña ranura entre mi cama y la pared. Rápidamente metí mi mano en la ranura para rescatarlo pero era muy tarde, lo saqué medio derretido y lleno de pelusa (IUGH!!).

¡YA SÓLO ME QUEDABAN DOS! Mi Hannibal se rehusaba a ser vencido. Y con toda razón. Su función principal es sacar. Meter cosas seguro no le parecía nada divertido. Y tampoco a mí. Pero ya estaba muy desesperado. Decidí cambiar mi estrategia e intentar otra posición. Y después de pasearme un rato desnudo por mi cuarto imaginándome alguna posición benéfica para mi cuerpo y mi misión encontré una perfecta. Con esta nueva posición … pongámoslo así, hubiera obtenido el papel del sapo en el festival de la primavera del kinder de Miss Conchita.

Aquí estoy yo en el festival de la primavera del kinder de Miss Conchita.

Aquí estoy yo en el festival de la primavera del kinder de Miss Conchita.

Ya en posición saqué el penúltimo de los supositorios. Respiré como mujer embarazada de trillizos en labor de parto y comencé mi propósito. Mientras esto sucedía en la tele estaba “Gotta Go My Own Way” que fue perfecto porque era como si yo fuera Gabriella, mi estreñimiento fuera Troy Bolton y, el collar que le regresa a Troy, era el supositorio. “I’ve got to move on a be who I am.” cantaba mientras este incómodo asunto sucedía (porque HSM 2 había salido ya hacía 6 meses y OBVIO yo me sabía todas las letras) y yo sentía que me estaba metiendo un Passat en la cola. Y después de un tortuoso primer acto de ‘High School Musical 2’ había conseguido mi objetivo. Y juré que nunca más metería cosas a mi cuerpo, al menos no por el Anubis. Promesa que he cumplido hasta la fecha.

Epílogo

El supositorio no funcionó y estuve estreñido un día más hasta que la gracia del Señor me sonrió y por fin, después de 5 días, pude hacer del baño. Y fue un evento tan épico que necesito 3 tanques del wc para darle fin.

“We’re gonna have fun in the sun now that all the hard work-work is done!”

Mi Host-Parent, El Narcotraficante Australiano. Parte 3. EL GRAN FINALE.

¡Hola! Si estás aquí por primera vez, o si eres muy distraído, este es el GRAN FINAL de una saga de tres partes. Así que es MUY recomendable que leas las primeras 2 entregas antes de leer esta.

¿Dónde puedes leer dichas entregas? Oh, pues muy buena pregunta. Y gracias por preguntar. La primera entrega la encontrarás AQUI. Y la segunda ACUYÁ. No temas, abriran una nueva ventana sin cerrar esta. ¿Y la tercer y final entrega?, jeje, bueno pues estás en ella. Gracias por leer. Toodles!

Es tiempo. Después de muchas horas de espera. El EVENTO DEL AÑO ha llegado. Les presento, nada más y nada menos que…

Mi Host-Parent, El Narcotraficante Australiano. Parte 3. EL GRAN FINALE.

– 23 de Diciembre del 2009. 6:10 a.m. –

Estaba profundamente dormido y…

“GET UP! GET UP! GET UP!” Gritaron tres policías después de haber azotado mi puerta y entrar corriendo a mi cuarto con pistolas y todo el pedo. “¡No mames! Sorry! im up, im up!” dije mientras me ponía mis pants y salía de mi cuarto empujado por un policía. Me sentía Carmen Campuzano saliendo del Baby’O en los 90’s. Los otros dos policías se quedaron en mi cuarto revisando todo; mi escritorio, mi clóset, mi mochila, ¡las fotos de mi cámara! TODO.

¡PUM! Así entraron.

¡PUM! Así entraron.

Cuando salí del cuarto vi a todos mis compañeros de casa sentados en la sala. Tenían una cara entre pánico e incertidumbre. … Bueno sinceramente siempre tienen esta cara los chinos, ¡pero ahora más! Y ahí estaba Noel, nada más y nada menos que… ¡Llorando! “¡AJAJAJAJAJA! ¡Qué pendejo!” pensé. ¡Si yo hubiera sido un narcotraficante atrapado por la policía aplicaría la de Tony Montana y lucharía hasta la muerte! Bueno tal vez no. Pero estaría muy enojado, ¡no estaría llorando! ¡Viejo ridículo! ¡JA! Las migajas de mi pan tostado no parecen tan malas ahora, ¿¡verdad!?

Bueno, me senté frente a donde estaba Noel. No levantaba la mirada mientras respondía las preguntas que le hacían los policías. Resulta que APARTE del huerto de marihuana, tenía semillas de no-sé-que-madre-ilegal en su buró. ¡Jajá! Maldito malhechor. Y veía como, una por una, sus plantas de marihuana (que ya tenían la altura de un niño de 9 años promedio) desfilaban del jardín a la puerta de la entrada, eran etiquetadas y embolsadas en … pues en bolsas, básicamente, de evidencia. Y TODO estaba siendo documentado por un policía que traía una handycam, “¡GUAU! ¡Voy a salir en las noticias de la tele!” Pensé. Seguro saliendo de esta me ofrecen participar en un reality-show.

¡MA, prende la tele!

¡MA, prende la tele!

Uno de los policías (eran ocho en total) juntó los pasaportes de todos los que vivíamos ahí y comenzó a inspeccionarlos.”Ya valí madres.” pensé. El único mexicano en la casa, seguro me meten al bote nomás por mexicano. Estaba laborando en mi cabeza la estrategia de cómo iba a jugar mi race-card contra el policía cuando me acusara de narcomenudéo cuando recordé que en la casa también vivía un colombiano. ¡JAJAJA! ¡Ya me salvé! ¡Ya valió madre ese wey! Pero resulta que el policía sólo llamó a alguien para verificar que en verdad éramos estudiantes extranjeros. Porque aparentemente contratar a extranjeros de todo el mundo para ayudarte a cultivar 10 plantas de marihuana en tu patio trasero is a thing en Australia.

Así eras las de Noel.

Así eran las de Noel.

Después de que verificaron nuestros pasaportes, nos llevaron uno por uno al patio trasero. Cuando me tocó a mí descubrí que los policías habían improvisado un interrogation room con una mesa de plástico que había ahí. Me senté frente a ellos, prendieron su cámara y me comenzaron a interrogar.

“¿Sabía que había marihuana en el jardín trasero?”
“No.” Respondí.

“¿Fuma marihuana u otra sustancia ilegal?”
“¡NO! (puse mi mano sobre mi pecho)”

“¿Es usted Alberto Cas–“
“¡NO! ¡NO! ¡YA LES DIJE QUE NO SÉ NADA!”

Como vieron que estaba muy alterado, supusieron que mi ultra-exigente crianza cristiana me habría impedido cualquier actividad de esta calaña. Eso, sumado a mi visa y a todas las selfies que me tomé junto al menú del McDonalds y Hungry Jacks* que encontraron cuando revisaron mi cámara; demostraron que sí era, in fact, un estudiante extranjero. Y que yo sólo era una pobre víctima de este narco-entrepenour.

Cuando terminaron de interrogar a todos los de la casa. Esposaron a Noel (JAJA) y se lo llevaron. ¿A dónde? No lo sabía. Tal vez lo iban a llevar al outback y lo iban a enterrar vivo y llorando. Pero no podía permitir que el futuro de Noel obstruyera mi mente, pues tenía clases, y la educación es primero. Tal vez si Noel hubiera estudiado no hubiera tenido que vender drogas to make a living.

Así se llevaron a Noel. Boo-hoo, bitch!

Así se llevaron a Noel. Boo-hoo, bitch!

Cuando acabaron mis clases fui a la oficina de la directora y EXIGÍ que me cambiaran de casa. Puesto que vivir tan cerca de la droga y el delito no estaba en mi cultura, mentí. La ilusa directora me dijo que estaba bien. Que me iba a dar un pase por una semana gratis en la residencia de la escuela en lo que me buscaban otra casa. Y después de firmar unos papeles, me fui a mi soon-to-be ex-casa a empacar.

Llegué a la casa y para mi sorpresa ahí estaba Noel. Pero no era el mismo hombrecillo tacaño y enojado que conocía. Lo que vi fue una sombra de el hombre que alguna vez fue. Sus ojos estaban hinchados y rojos, y no precisamente por fumar marihuana. Le expliqué con lujo de detalle lo que iba a pasar a continuación y me dijo que estaba bien. Me fui a mi cuarto y rápidamente empecé a empacar todas mis cosas.

Cuando terminé de empacar saqué mis maletas a la entrada y regresé a despedirme de mis compañeros de casa. Los chinos se iban a quedar porque esos weyes ni sabían qué pedo. El colombiano se iba a esperar porque la semana siguiente ya acababa su curso y se regresaba a su país. El venezolano se iba a ir a vivir un rato con su novia brasileña que vivía en el centro en lo que conseguía un lugar para él. Y el francés (que era chino, y mi mejor amigo) se iba a ir a vivir con unos parientes suyos que vivían en la ciudad.

Adiós, adiós, compañeros.

Adiós, adiós, compañeros.

Al final, sólo quedaba una persona a quien despedir, a Noel. Me acerqué y le dije que que lástima (not) que las cosas hubieran resultado así y que muchas gracias por haberme recibido en su (narco-) vivienda. En eso, algo sorprendente pasó. Noel metió su mano a su bolsillo y sacó un billete de $100 dólares. ¡Mis $100 dólares que pensé nunca iba a recuperar! ¡Wow! Tal vez mi plan macabro había cambiado a el hombre. Me dio un abrazo y se despidió de mi.

Salí de la casa arrastrando mi maleta. Feliz y $100 dólares más rico. Y justo cuando iba a dar la vuelta en la esquina escuché “Albertou! y volteé. Era Noel. Venía corriendo hacía mí. “Fuck! Seguro algo le dijo que había sido yo el soplón. Aquí es donde muero. ¡En la banqueta de un pinche suburbio coreano!” pensé. Noel se tardó un poco en llegar a mí por su sobrepeso y porque venía en chanclitas. Cuando estaba a unos metros de mí pude ver que traía algo bajo su brazo. “Here, take it.” me dijo cuando llegó a mí. Me dio otro incómodo abrazo y vi el extraño objeto que me había traído: Una tarro enorme de miel de abeja.

Le agradecí a Winnie-Pooh y me despedí una última vez. Nunca más lo iba a volver a ver.

Eran las 8:30pm y el tren de la línea naranja de City Rail iba a 60km/hr rumbo a Roseville**. Y en el asiento de uno de los vagones iba un joven de cabello castaño sentado a lado de una maleta más grande que él. Este joven iba callado, con sus manos recargadas sobre su regazo y entrelazadas por los dedos. El joven iba con la mirada al frente y con una gran sonrisa. Su plan maestro había acabado con éxito.

Había terminado.

Había terminado.

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Epílogo

Pasé una semana viviendo en la residencia de EF. Ahí pasé el 24 de Diciembre y el 31 también. Compartí mi cuarto con un francés de 17 años fanático de la loción. Mi nariz tardó dos semanas en volver a captar olores después de haber salido de ahí. Fue muy divertido vivir ahí porque el baño era mixto y sólo había una tele que compartíamos entre todos. Ahí vi por primera vez How I Met Your Mother.

Al paso de una semana de vivir ahí me mudé a una nueva casa donde pasé los meses más divertidos de todo mi viaje a Australia. Incluso mi mejor amigo, el francés que era chino, también se mudó conmigo. El día que me mudé ahí fue, también, toda una travesía de proporciones épicas. Pero eso se los contaré en otra ocasión.

Un nuevo comienzo.

Un nuevo comienzo.

¿Qué fue de Noel? No lo sé. ¿Cambié al hombre o siguió cultivando marihuana? Tampoco sé. Ahora que ya pasó un tiempo de esa aventura puedo decirles que tal vez, si hubiera sido hoy, llamar a la policía no hubiera sido mi primera opción para vencer a Noel. Incluso, ahora que lo analizo, Noel no era tan malo como lo hago parecer cada que cuento esta historia. Sí, era un tacaño; y sí, estaba malhumorado la mayoría del tiempo. Pero me recibió en su casa, nos daba a todos de comer (incluso una vez que se le hizo tarde compró KFC), y también de vez en cuando compraba cervezas y nos las tomábamos en el mentado jardín trasero mientras compartíamos historias (excepto con los chinos, porque esos pendejos no tomaban ni se les entendía el inglés). Sólo era un viejito, que como todo viejito, tenía sus peculiaridades y sus manías. Y que tuvo la suerte de cruzarse conmigo en el clímax de mis años de adolescencia.

Un casual viaje en tren. Descansando de mis planes malévolos.

Un casual viaje en tren. Descansando de mis planes malévolos.

Vivir en esa casa fue muy interesante. Fue todo un aprendizaje. Y, como todo aprendizaje, tuvo sus momentos dulces y sus momentos amargos. Pero nunca faltó en darme buenos relatos que seguiré contando hasta que ya no me acuerde de ellos.

Si con mi historia hago parecer que irse a estudiar al extranjero es una tortura, MAL, no lo están entendiendo. Irse a vivir a un lugar donde no conoces a nadie es lo mejor que le puede pasar a un joven. Aprendes muchísimas cosas de la vida y conoces a muchísima gente diferente a ti. Y muchísimas anécdotas interesantes que puedes seguir y seguir contando años después de haberte ido (Yo me fui hace casi 5 años). Si, es muy difícil, es de las cosas más difíciles que he experimentado en mi corta vida. Sufres y gozas. Y, ahora que lo veo, ese sufrir se convierte en risa después de algún tiempo.

Aussie selfie!

Aussie selfie!

Y cuando ese año acaba y vuelves a tu país con la gente que conoces, los primeros días son muy raros. Justo como las primeras semanas en el extranjero. Donde no conoces ni el idioma. Se siente como si estuvieras regresando a un lugar nuevo y extraño para ti. Como si tu hogar se hubiera quedado en esa casa donde cultivaba Noel marihuana. Donde el chino se sonaba la nariz con los dedos. Y donde tuviste unas experiencias que, para bien o para mal, quizá no volverás a repetir.

¿Irte a un lugar donde no conoces a nadie? ¿Comer puro McDonalds y KFC? ¿Caminar kilómetros y kilómetros todos los días? ¿Compartir el cuarto con dos chinos? ¿Correr para que no se te vaya el pinche tren de las 7:10? ¿No entender a alguien que te está diciendo cosas en otro idioma muy rápido? ¿Lidiar con el pendejo de Noel por unas migajas?….

Volvería a hacerlo siempre.

The End

The End

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Muchas gracias por leer esta EPICA HISTORIA DE MAGNITUDES…pues… ÉPICAS. Ojalá te haya gustado y se la recomiendes a tu prim@ que está a punto de salir de la prepa y no sabe si quiere irse a estudiar un año al extranjero o un Beetle. Igual y le ayude a decidir. Y, hasta la próxima.

Disclaimer:

Soy tolerante y aprecio a todas las razas y culturas de la tierra. Sólo que los chinos siempre me la ponen bien difícil, jaja ;). Igualmente soy tolerante a los estilos de vida de la gente. Big reveal: No tuve una ultra-exigente crianza cristiana, tuve una muy abierta a cosas diferentes y a respetar. Y hablando directamente acerca de la marihuana u otras drogas similares: No me laten, pero no me ofenden. Yes? Ok, bye. Thank you.

*Hungry Jacks es una cadena de hamburguesas en Australia. Es Burger King, pero supongo que no se puede usar ese nombre en ex-colonia inglesa. Fun fact: El desodorante AXE ahí se llama LINX.

** Roseville es la estación de tren más cercana a la residencia EF.

¡BONUS PHOTO!

Así iba a terminar Noel. ¡Jijí! ¡Pillo MIL!

Así iba a terminar Noel. ¡Jijí! ¡Pillo MIL!

Por qué hay que ser bueno en los deportes…

Ya que en sus años mozos mi papá fue un gran deportista, siempre quiso que su hijo lo fuera también y arbitrariamente me inscribió en todas las actividades sabatinas que mis escuelas ofrecían. Así que cada principio de año en la primaria era un nuevo deporte, y cada fin de año un recuento de las tantas vergüenzas que pasé y decepciones hacia mi padre.

En tercero de primaria tocó baseball y por alguna razón que no recuerdo me inscribieron tarde, así que todos ya tenían sus uniformes menos yo. Mi papá, mil veces más emocionado que yo, me compró una manopla nueva y unas bolas; y nos pusimos a practicar en el jardín, alistándonos para mi gran debut del sábado. Ahh, la calma antes de la tormenta.

El sábado llegó y yo no me sentía ni un poco preparado. Que fuera el único sin uniforme en todo el equipo y que fueran las 8 pinches de la mañana le sumaban rayas a la crisis emocional que cargaba. En mi vida había jugado ese deporte y mi moral estaba bastante baja. Para rematar, el equipo contrario eran los de cuarto; los grandes y fuertes niños de cuarto.

En fin, mi papá compro chicharrones, se sentó en las gradas y arrojó a su primogénito a los leones.

El partido empezó y el entrenador, notando mi mórbido semblante, me puso en las jardineras derechas. Donde NUNCA caen las bolas, aparentemente. Ahí estaba yo, pendejeando como siempre, y ni siquiera me di cuenta que faltaba solo un out más para que ganáramos el partido (O, más bien, que el equipo al que ambiguamente pertenecía ganara). En eso, un bateador obeso y con un precoz bigote pasó al home y le dio a la bola como si fuera la entrepierna de su abusivo padre. Vi como la bola se elevó por los aires y con dirección hacia mi. Cerré los ojos, estiré el brazo izquierdo y recé por lo mejor. Sentí un golpe en la mano.

Cuando abrí los ojos vi la bola en mi manopla y a todos mis compañeros del equipo correr hacia mi. Todos me abrazaron, felicitaron y gritaron “BE-TO! BE-TO!” porque gracias a mi, habíamos ganado el partido. Y en mi primer partido, muy a la Philosopher’s Stone. Mi papá se había levantado tan rápido de las gradas que sus chicharrones estaban por todo el suelo, y aplaudía como nunca. Me sentía en la cima del mundo, estaba viviendo en una película mal-doblada del Canal 5. Por fin había encontrado un deporte en el que era excelente….

 

 

…. Lamentablemente mis delirios de grandeza me traicionaron. Mis compañeros del equipo rápidamente olvidaron ese partido en el que yo había sido la estrella. Cuando, el sábado siguiente, no atrapé una bola y por mi culpa entró un home run del equipo contrario. Nunca más en todo el ciclo escolar atrapé una bola, y MUCHO menos bateé una.

Después de un par de meses mi papá optó por dejarme en la entrada del campo y pasaba a recogerme después del partido.